Viernes, 17 de agosto de 2007. Eran las siete de la mañana, y Elena Flores estaba esperando la 406 en el paradero ubicado en la intersección de las avenidas San Pablo con La Estrella, en la comuna de Pudahuel. Decidí acompañarla para experimentar in situ los embates que esta mujer debe padecer diariamente en aquel lugar.
La señora Elena tiene 37 años, es parvularia de profesión y estuvo cesante por más de tres meses. “Yo trabajaba en un jardín infantil de San Miguel, y al final, me despidieron porque siempre llegaba tarde. Además, no sabía cómo llegar a mi trabajo. Tomar micro y metro no fue la mejor solución. Más que un alivio, el Transantiago me arruinó la vida”, declaró.
Después de dejar varios currículum en muchos colegios, jardines infantiles y sala cunas, por fin saltó la liebre -como se dice en buen chileno-. Ahora está haciendo un reemplazo de un post-natal en el Colegio Carolina Llona de Maipú.
Eran las 7:15 horas y aún no pasaba la dichosa 406. Ésta tiene mala fama; es conocida como el troncal que tiene una frecuencia horrible en las horas de alta demanda –entre las siete y las ocho de la mañana, y en la tarde- y también, por ser un recorrido achoclonado; después de esperar demasiado tiempo una sola 406, éstas pasan una tras otras.
El paradero estaba prácticamente repleto, y a mi lado había una Elena Flores muy disgustada. Me dijo en un tono de voz bastante áspero: “¿Por qué cuando uno necesita con urgencia tomar una micro, éstas no pasan nunca? ¿Y, por qué cuando uno no las está esperando, estas porquerías pasan a cada rato?”.
Las 7:25 am, y por fin pasa la 406. Por lo tanto, una horda de gente se avalancha ante aquel troncal verde con blanco. Corrimos hasta alcanzarla, pero siempre ocurre algo inesperado; la señora Elena no tenía suficiente saldo en su tarjeta BIP para pagar el pasaje, y el chofer de la micro le dijo que se bajara, que no llevaba pasajeros gratuitamente. Ella le explicó que de todos modos tenía que llegar al metro San Pablo y que ahí cargaría su BIP. Pero, el conductor la trató pésimo y después de tanto alegato, la dejó pasar. Elena Flores empezó mal su día... Primero, esperar más de 20 minutos por esta micro, y después, el impasse con el chofer malhumorado. Además, estábamos contra el tiempo; Elena debe estar en el colegio a las 8:30 de la mañana.
Llegamos a la estación San Pablo; son las 7:42 horas. Esta educadora de párvulos estaba en una constante pugna con su reloj. Cargó su tarjeta BIP y nos fuimos corriendo por las escaleras para alcanzar el tren subterráneo. ¡Prueba superada... Lo conseguimos! Teníamos que bajarnos en Las Rejas y paso siguiente: tomar la 401 y bajarnos casi llegando al Templo Votivo de Maipú. Eran las 8:00 en punto cuando finalizamos nuestro viaje en Transantiago. El Colegio Carolina Llona está a unas seis cuadras del Templo, así que la señora Elena se fue caminando rápidamente hacia allá; no quería llegar atrasada en su primera semana de trabajo.
- Finalmente, ¿qué espera del Transantiago?
- Espero que se acaben las largas esperas en los paraderos, que las micros tengan más frecuencia, que no vengan tan llenas que llega a ser imposible subirse a una; que terminen esos ridículos transbordos de micro a metro o viceversa, que las personas como yo no perdamos injustamente nuestros trabajos, porque aunque uno se levante con las gallinas, no logramos llegar puntuales a nuestros empleos por culpa del Transantiago. Y lo que más deseo, es que la armonía familiar no se destruya. En mi caso, mi esposo siempre llega enojado a la casa por los problemas que ya conocemos, y mi hijo también.
Estoy cansada que el gobierno se lave las manos con esta situación. Sólo pido que los que ocupan grandes cargos políticos se suban a una micro común y corriente, y se den cuenta que muchos estamos sufriendo con este maldito Transantiago.