12 de septiembre de 2007

Un adulto mayor y sus vicisitudes con el Transantiago

Lilian Aguayo Ibaras tiene 71 años y es presidenta de la Agrupación Nacional de Empleados Particulares, Jubilados y Montepiadas de Chile. Este lugar se ubica en Almirante Latorre #149, a pasos del metro República.

La señora Lilian vive en la comuna de Pudahuel, y para llegar a su trabajo debe tomar el servicio local J18, y posteriormente, el metro.

"Menos mal que esta cuestión viene con asientos, casi siempre me voy de pie. Además, la J18 se demoró mucho; estuve en el paradero desde las 8:15 horas", afirmó la señora Lilian en un tono de voz molesto.

Eran las 08:40 AM y el viaje en J18 había culminado. Todos los pasajeros tenían un destino en común: llegar a la Estación San Pablo, situado en la intersección de la avenida del mismo nombre y calle Neptuno.
Lilian Aguayo caminaba rápidamente hacia el metro, porque estaba atrasada para llegar a la Agrupación; debía estar allá a las nueve de la mañana.

08:55 AM, y luego de esperar unos ocho minutos, por fin el tren subterráneo hizo su aparición.
"Después me toma fotos, que ahora tengo que entrar al vagón, sino me quedo sin asiento y me tengo que ir de pie", me dijo la señora Lilian apenas se abrieron las puertas del metro.
"¡Qué bueno que pude sentarme! ¿Sabes? Generalmente me voy parada, porque las personas al tiro se agarran los asientos. Y pareciera que la gente no se da cuenta que existen asientos para nosotros, los adultos mayores. A veces, ni siquiera se lo dan a las embarazadas o minusválidos; menos a una vieja como yo", señaló Lilian Aguayo bastante disgustada.
Cuando el tren se detuvo en Estación Las Rejas, una horda de gente se apoderó del vagón. Y en la Estación Universidad de Santiago, un señor de avanzada edad subió a "este carro de tercera clase", como lo denomina la protagonista de esta historia.
Como nadie le cedía el asiento a este hombre, la señora Lilian decidió hacerlo. "¿Por qué nadie le da el asiento a este caballero, que más encima anda con bastón?", vociferó Lilian Aguayo.
Molesta con la situación anterior, la señora Lilian se fue -incómodamente- de pie. "¿Ves lo que te decía hace un rato atrás? A la gente le da lo mismo si se suben al metro mujeres con guagua o viejos con bastón. Por lo tanto, más indolencia con personas que llevamos sólo una bolsa", me dijo con voz dura. Por supuesto, nadie le dio el asiento a esta mujer que ya se había despreocupado por la tardanza a su trabajo.
Eran las 09:18 AM, y finalmente, el extenso viaje en metro había terminado; llegamos a la Estación República. "Oh, no puedo creer cómo pudimos salir de ahí; si parecía una lata de sardinas... Jajajá", rió la señora Lilian a modo de sarcasmo.
A pesar de sus años, Lilian Aguayo tiene un buen estado físico y cada día sube las escaleras del metro República presurosamente. "Gracias al Transantiago me levanto más temprano y llego más tarde al trabajo... Antes no tenía que tomar el metro para llegar a la Agrupación; podía tomar una sóla micro y todo súper bien. En cambio, ahora, extraño las micros amarillas", me comentó mientras compraba unas galletas a la salida del metro.
Eran las 09:35 de la mañana cuando la señora Lilian llegó a su trabajo, con treinta y cinco minutos de atraso. "Ahora debo firmar el libro de asistencia. No quiero imaginar cómo será el viaje de regreso a mi casa en la tarde", declaró.